Biografía


Córdoba, 18 de julio de 1923 – La Rioja, 4 de agosto de 1976. Su nombre completo era Enrique Ángel Angelelli Carletti, fue un obispo católico argentino. Fue Padre conciliar en el Concilio Vaticano II, durante el cual apoyó públicamente las posiciones renovadoras. Fue designado obispo de la diócesis de La Rioja (Dioecesis Rioiensis) el 3 de julio de 1968 la diócesis incrementó significativamente el número de sus sacerdotes y de parroquias durante su ministerio episcopal, fue Caracterizado por su fuerte compromiso social, formó parte del grupo de obispos que enfrentó a la dictadura militar iniciada en la Argentina en 1976, autodenominada Proceso de Reorganización Nacional. De su muerte, acaecida en ese mismo año y presentada por las autoridades militares como accidente automovilístico, existen sospechas de que se trató de un asesinato encubierto. El 4 de agosto de 2006, al cumplirse 30 años de su muerte, el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, cardenal Jorge Bergoglio, señaló en una homilía en la catedral de La Rioja que monseñor Enrique Angelelli «recibía pedradas por predicar el Evangelio y derramó su sangre por ello.

Enrique Angelelli, nacido en la ciudad de Córdoba, fue el primer hijo de Juan Angelelli y Celina Carletti, italianos inmigrantes. Entró al Seminario de Ntra. Sra. de Loreto a los 15 años de edad. En 1947 fue enviado a terminar sus estudios en el Pontificio Colegio Pío Latino Americano de Roma. Fue ordenado presbístero allí, el 9 de octubre de 1949, a los 26 años, y continuó sus estudios de licenciatura en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana.

De regreso a Córdoba, en 1951, fue nombrado Vicario Cooperador de la Parroquia San José de barrio Alto Alberdi y capellán del Hospital Clínicas. Visitó las villas miseria de Córdoba y asumió como asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC), con sede en la Capilla Cristo Obrero. Fue profesor de Derecho Canónico y Doctrina Social de la Iglesia en el Seminario Mayor y profesor de Teología en el Instituto Lumen Christi.

El Papa Juan XXIII lo nombró Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Córdoba el 12 de diciembre de 1960, siendo consagrado el 12 de marzo de 1961. Fue rector del Seminario Mayor y como obispo auxiliar se involucró en los conflictos laborales gremiales (Fiat, IME, Municipales), y trabajó con otros sacerdotes para reconquistar un lugar para la Iglesia, causando que fuese resistido por el conservadurismo eclesial. En 1963 convocó a campañas de solidaridad para mitigar el hambre y el abandono de los desposeídos.

Fue Padre Conciliar: participó de la primera sesión del Concilio Vaticano Segundo (octubre de 1962), de la tercera (1964) y de la cuarta (1965). En 1964, en el marco de los cambios conciliares, se produjeron tensiones en la Iglesia cordobesa a raíz de la publicación de reportajes periodísticos a los sacerdotes Vaudagna, Gaido, Dellaferrera y Viscovich. Angelelli apoyó públicamente las posiciones renovadoras, lo que originó su exclusión del gobierno eclesiástico, pasando a desempeñarse como capellán de las religiosas Adoratrices Españolas en Villa Eucarística.

En 1965, el titular de la arquidiócesis Mons. Raúl Primatesta restituyó como auxiliar a Mons. Angelelli.

1968. Designado por Pablo VI, el 24 de agosto asumió el obispado de La Rioja, el mismo día que se iniciaban las deliberaciones en Medellín del episcopado latinoamericano. El nuevo obispo quiso ser "un riojano más" y desde el inicio visitó instituciones, comunidades, barrios y poblados riojanos.

En setiembre los sacerdotes fueron convocados a las jornadas pastorales, de las que surgió el Documento del Carmen, con las orientaciones para toda la diócesis. También los movimientos laicales fueron invitados a renovarse y sumarse como corresponsables de esta acción.

En 1969 la misa radial, que se celebraba desde la Catedral, asumió el carácter de dioccesana, celebrada por el Obispo. En mayo de ese año se realizó la Semana Diocesana de Pastoral. Allí se redactó un documento que profundizaba el análisis de la realidad provincial y el compromiso por la liberación del hombre y la mujer riojanos. Desde esta opción la pastoral de Angelelli se caracterizó por estar junto a los trabajadores en sus reclamos y con los campesinos impulsando su organización cooperativa. Asumió un rol profético denunciando la usura, la droga, las casas de juego y el manejo de la prostitución, en manos de los poderosos de la sociedad riojana. Visitó los barrios alentando a los vecinos a organizarse para solucionar la falta de viviendas y organizar cooperativas de consumo. Recorrió toda la provincia llegando a los pueblos más remotos y olvidados. Reclamó al gobierno nacional el presupuesto para la provincia y condenó la arbitrariedad de los gobernantes. Alentó la organización de las empleadas domésticas. E instó a todos a comprometerse en la acción política para el servicio y bienestar del pueblo.


Estas acciones de compromiso con los pobres enseguida provocó reacciones en su contra. Los grupos católicos conservadores, cuyas instituciones habían sido puestas por el Obispo en estado de asambleas, se resistieron a los cambios iniciando campañas de calumnias y difamaciones. Al llegar la Navidad de 1970 Mons. Angelelli nuevamente realizó un gesto profético: dejó de celebrar la misa de nochebuena en la catedral, para celebrarla en los años sucesivos en los barrios y poblados riojanos más pobres.

Al clausurar la tradicional fiesta del Tinkunaco, en 1971, Angelelli reafirmó la misión de la iglesia riojana y denunció las compañas en su contra, que se intensificaron ese año hasta culminar con la prohibición de la misa radial celebrada por el obispo. Las movilizaciones y protestas en la provincia, que alcanzaron repercusión nacional en los medios de prensa, contrastó con el silencio de la Conferencia Episcopal.

Entre 1971 y 1972 se concretó la instalación y el desarrollo del Movimiento Rural Diocesano. Una de sus acciones fue crear la CODETRAL ( Cooperativa de Trabajo Amingueña Limitada), en la zona de la Costa, impulsando la expropiación del latifundio de Azzalini. La cooperativa permitiría obtener mejores precios para los productos regionales y trabajar solidariamente las tierras improductivas. En agosto un nuevo hecho enfrentó a Angelelli y su presbiterio con el gobierno de facto, cuando la policía detuvo a dos sacerdotes y un laico.

En 1973, con las elecciones generales, renacieron las esperanzas populares. A la iglesia riojana se le restituyó la misa radial. Pero, en el marco de las movilizaciones por la expropiación del latifundio de Azzalini, se produjo el 13 de junio en Anillaco, organizado por los terratenientes del lugar, el apedreo y la expulsión del obispo, sacerdotes y religiosas que habían concurrido a las fiestas patronales de San Antonio. En respuesta, el Obispo sancionó canónicamente a los promotores, que intentaban disfrazar el conflicto, acusando de "comunista" a la iglesia riojana.

1974. En el país se vivía un recrudecimiento de la crisis social y política con violentos asesinatos, atentados y ataques a los dirigentes y organizaciones populares. En Setiembre Mons. Angelelli viajó a Roma en visita "ad limina". Estando en Europa le sugirieron que no regresara porque su nombre figuraba en la lista de amenazados por los parapoliciales de Las tres A (Alianza Anticomunista Argentina).

Angelelli retornó a su diócesis y planteó los ejes de trabajo para 1975: caminar con y desde el pueblo, seguir actuando el Concilio y continuar la promoción integral de los riojanos. La diócesis se movilizó con la visita misionera de San Nicolás, patrono de La Rioja, por los pueblos del interior. La misión se realizó con gran entusiasmo, sintetizando en cada lugar los deseos de justicia, fraternidad y paz para la sociedad riojana.


La corta presidencia de Isabel Martínez de Perón (1974-1976) estuvo marcada por el inicio de la guerra sucia, que pronto derivó en ataques con bombas, secuestros, torturas, asesinatos, y persecuciones.

El 12 de febrero de 1976, el vicario de la diócesis de La Rioja y dos miembros de un movimiento de activistas sociales fueron detenidos por los militares. El 24 de marzo tuvo lugar el golpe de Estado que derrocó a Isabel Perón y a todos los gobernadores del país, incluyendo Carlos Menem de La Rioja. Angelleli peticionó al coronel del ejército Osvaldo Pérez Battaglia, nuevo interventor de La Rioja, para obtener información sobre el vicario y el paradero de los activistas. Al no obtener respuesta, viajó a Córdoba para hablar con Luciano Benjamín Menéndez, por entonces comandante del Tercer Cuerpo de ejército. Menéndez advirtió amenazante a Angelelli: "Es usted quien tiene que tener cuidado."


Existen indicios de que Angelelli sabía que estaba en la mira de los militares. Personas cercanas a él lo habían escuchado muchas veces decir: "Es mi turno." El 4 de agosto de 1976, conducía una camioneta junto con el padre Arturo Pinto, de regreso de una misa celebrada en la ciudad de Chamical en homenaje a dos sacerdotes asesinados, Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, con tres carpetas con notas sobre los dos casos.

Según el Padre Pinto, un automóvil comenzó a seguirlos, y luego otro. Y en el paraje denominado Punta de los Llanos habrían encerrado a la camioneta hasta hacerla volcar. Después de permanecer inconsciente durante un tiempo, Pinto vio a Angelelli muerto en la carretera, con la parte de atrás de su cuello mostrando lesiones graves, "como si lo hubieran golpeado".

La zona fue rápidamente rodeada por la policía y personal militar. Se envió una ambulancia y el cuerpo de Angelelli fue trasladado a la ciudad de La Rioja. La autopsia reveló varias costillas rotas y una fractura en forma de estrella en el hueso occipital, en consonancia con un golpe dado con un objeto contundente. Los frenos de la camioneta y el volante estaban intactos, y no había marcas de proyectiles.

El informe policial indicó que Pinto era quien había conducido el vehículo, que tuvo una pérdida momentánea del control, y al intentar volver a la carretera reventó un neumático. Según esta versión, Angelelli habría perdido la vida como consecuencia de los sucesivos vuelcos del camión. El juez Rodolfo Vigo aceptó el informe. Pocos días después, el fiscal Martha Guzmán Loza recomendó cerrar el caso, que calificó de "accidente de tránsito".

Otros obispos (Jaime de Nevares, Jorge Novak y Miguel Hesayne) señalaron al caso como un «asesinato», incluso durante la dictadura, pero el resto de la Iglesia guardó silencio.

El 19 de junio de 1986, ya bajo el régimen democrático, el juez de La Rioja Aldo Morales sentenció que había sido "un homicidio fríamente premeditado y esperado por la víctima". Cuando algunos militares resultaron involucrados en la acusación, las fuerzas armadas trataron de bloquear la investigación, pero el juez rechazó sus reclamos. El caso pasó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación Argentina, que a su vez lo derivó a la Cámara Federal de Córdoba. El tribunal de Córdoba dijo que era posible que las órdenes provinieran del Comandante del Tercer Cuerpo de ejército, Luciano Benjamín Menéndez.

En abril de 1990, la Ley de Punto Final puso fin a la investigación en contra de los tres militares acusados ​​de la muerte (José Carlos González, Luis Manzanelli y Ricardo Román Oscar Otero). Sin embargo esta ley fue derogada en 2005 junto con la Ley de Obediencia Debida, y en agosto de ese año el caso fue abierto nuevamente. La Corte Suprema dividió el caso en dos partes: la acusación contra los militares fue enviada a los tribunales de Córdoba, y la posible participación de civiles en el asesinato fue remitida a La Rioja. El ex comandante Menéndez fue llamado por el tribunal de La Rioja el 16 de mayo de 2006, pero decidió no declarar nada.